miércoles, 28 de agosto de 2013

El Valle de los Mejores Amigos. Presentación.

Todo era distinto en el Valle de los Mejores Amigos antes de la llegada de la Señorita Kissis. Sobre todo para la pequeña Lilith y sus leales compañeros.

No es exactamente que el Valle fuese un lugar triste y lúgubre antes de que ella llegase -nada de juguetes rotos, espacios grises o almas en pena-  pero, para los pequeños fantasmas, la eternidad de la muerte se vuelve enseguida mortalmente aburrida. Y así les sucedía a ellos.

La Srta. Kissis era todavía demasiado joven en el momento de su muerte, pero ni su inesperada tragedia logró borrarle la sonrisa del rostro, siempre dulce y en calma. Así era ella, y así abrazó su nueva vida en el Valle.

Nada más llegar a su nuevo hogar -aún sin deshacer su desgastada maleta verde repleta de recuerdos- ya se había percatado de la enorme necesidad de los pequeños fantasmas y, con la única ayuda de su ilusión y cariñoso empeño, empezó a construir la que se convertiría en emblema del Valle: su escuela.

Lilith, Gretel y el pequeño Milú, seguían sus avances muy de cerca. Primero, tímidamente -varias capas de pintura, las estanterías de madera, una alfombra de colores, la pizarra- y con más confianza después, una vez llegaron los primeros pupitres, los juguetes y los libros con preciosas ilustraciones, y comprendieron que, la Escuela, era el lugar ideal para volver a Soñar.  


 **Esta es la historia de la Señorita Kissis y de todos nuestros fieles compañeros más allá del arcoiris. 
Bienvenid@s al Valle de los Mejores Amigos.** 


miércoles, 27 de febrero de 2013

la historia de Lily: sorteo!!!


¡Señoras y caballeros!
Antes de comenzar nuestro relato, 
permítanme sugerirles que echen mano de sus pañuelos de tela. 
Probablemente necesitarán enjugarse las lágrimas; 
pues la historia de la hermosa Lily,
no es sino la trágica narración de un engaño.

***


Es bien sabido que existen lugares en este mundo donde impera la pobreza, donde los caminos son grises y polvorientos y las casas humildes y frías.

Pero más allá de las penurias económicas, el mal que asolaba el lugar donde Lily nació era la pobreza de corazón de sus habitantes.

Y no hay nada peor que un corazón empobrecido.

Así, Lily creció sin todas esas cosas que adoran los niños pequeños: los dulces, las sorpresas, la ilusión, las cosquillas, los abrazos... Sin un padre que la subiese a sus hombros para conquistar el mundo. Ni una madre que la arropase por las noches para espantar sus miedos.

Lily había nacido en la gran crisis, 
como por accidente,
 y no había tiempo ni espacio para quererla:

Con Lily no merece la pena hablar - decía su madre- ¡No hay tiempo para atenderla! 

Sólo es una niña - afirmaba su padre. - Es inútil entretenerse con ella... 

Y así se hizo adulta, creyendo que la soledad y el abandono eran consecuencias inevitables en un mundo sobrecogido por la necesidad y las carencias más básicas.

¡Y he ahí el gran engaño!

Pero Lily abrió los ojos. 
Un gesto corriente, la sonrisa de una persona amable, un arrullo cálido que despertó su corazón he iluminó en mil colores las pequeñas pecas de su rostro. 

Y Lily supo que tenía que marcharse. 
Porque el fin de cada engaño, 
lo marcamos nosotros mismos.  


***

Y he aquí el provisional final para esta historia.
Como narradora, yo ya he hecho mi parte. 
He enjugado más de una lágrima y he dedicado una sonrisa. 
Ahora, el futuro de Lily, está en vuestras manos <3

***

SORTEO BLYTHE LILY


Lily es una blythe customizada por la artista gallega Claudina Cavaco. 
Su sorteo se llevó a cabo el día 18 de Marzo del 2013,
 siendo ganadora Ali con el número 18!.




viernes, 30 de noviembre de 2012

Tristana

  Tristana nació en una ciudad tan anodina y silenciosa, tan común, que su perlado cabello de color violeta enseguida se convirtió en lo más extraordinario que allí se hubiese contemplado nunca.

Sus padres, una pareja tan gris como eran todos los habitantes de la ciudad de nuestra historia, pronto se sintieron abrumados por la espontaneidad e imaginación de la pequeña, cuya cantarina risa llenaba de musicalidad las otrora silenciosas calles, para sorpresa y disgusto de todos sus vecinos; tan educados, tan silentes.

Tristana, tan llena de color, tan extraordinaria, parecía no encajar en ningún lugar. ¡Hasta su propio nombre se empeñaba en llevarle la contraria!

Así que decidió cambiar.

Aún siendo muy pequeña, adoptó en su semblante la expresión austera que había aprendido de sus mayores. Y enmudeció. Guardó para si la imaginación, la alegría, su risa, y se dedicó a intentar hacerse invisible, para gran satisfacción de toda la ciudad. 

El año en el que llegó el Gran Invierno, Tristana buscó refugio en su lugar favorito: la biblioteca. Entre los libros siempre le había resultado más fácil desaparecer, y cuando hubo que evacuar la ciudad resultó fácil pasar desapercibida. Y allí se quedó, esperando la llegada del frío, con sus libros, viajando hacia un lugar menos gris... en el que poder ser ella, al fin.

domingo, 28 de octubre de 2012

El observador de nubes

Neko in the countryside, by erregiro

Se podría decir que su jornada laboral era un tanto peculiar... y por eso resultaba fascinante observarle.

Neko bostezó con un gran gesto dramático y muy lentamente -para no molestar a su cuerpo aletargado por el sueño- muy lentamente, caminó hacia la ventana y corrió las cortinas. 

El sol amenazante se abalanzaba ya con fuerza sobre el porche de la casa: 

<<Serán exactamente, y con total seguridad, las dos en punto de la tarde>>.

Neko jamás usaba reloj, pero podía presumir de no equivocarse nunca. Tan sólo necesitaba observar el cielo durante unos pocos segundos para ubicarse en la franja horaria sin miedo a equivocarse. Y como era costumbre a ese lado del Mar, a las dos el cielo todavía estaba despejado, demasiado luminoso, con el sol en su cénit, todavía sin nubes...

Neko tenía aún, por lo tanto, tres largas horas para llegar a su puesto de trabajo. Podría comer en casa con total tranquilidad, con calma, cómodamente, pero Neko adoraba los rituales, y nada le resultaba más placentero que su ceremonial diario del take-away; tal vez por tratarse de la única escenografía de velocidad en su eternamente calmada vida. 

Preparó el tupper con agilidad -un bocadillo, algo de queso, fruta, una tableta de chocolate, (tal vez más tarde tuviese hambre)- y comprobó paso a paso que todas sus herramientas de trabajo estuviesen perfectamente preparadas: su vieja libreta moleskine, el siempre bien afilado lápiz del número dos b, la cámara polaroid -con su carrete de repuesto- y sus siempre impecables gafas de investigador, para no perderse un detalle de su bien conocido cielo.

En verdad, Neko jamás utilizaba ninguna de estas cosas para su trabajo, pero su mera presencia y preparación lo tranquilizaban enormemente. Esta vez, no se le escaparía ninguna. Las reconocería a la primera. No podrían engañarle.   

Y es que en verdad, ser un observador de nubes no es tan sencillo como podría parecer inicialmente. Tras ese poético nombre se esconden duras horas de soledad y estudio, y un minucioso trabajo de catalogación sólo al alcance de las mentes más organizadas.

La imaginación, por ejemplo, que a Neko nunca le había faltado, no siempre resultaba ser una buena virtud para el trabajo, ya que las creativas nubes siempre se han divertido jugando a tomar distintas formas, para engañar así a los espectadores más incautos. 

Pero Neko no lo era. Aprendió a distinguir a las diferentes nubes de su cielo desde muy pequeño y les otorgó los nombres por los que serían conocidas durante años a ese lado del Mar. Y aunque en sus descansos acostumbraba a jugar con ellas -dibujando las nuevas formas con las que pretendían sorprenderle e inventando historias sobre sus diversos destinos- durante el trabajo, Neko era un gran profesional: no regresaba a casa hasta haberlas reconocido y saludado a todas, para marcar en su mapa de nubes los caminos diarios de cada una y precedir las lluvias que llegarían pronto a saludarles.

Neko era el mejor observador de nubes que nunca hubiese existido... y por eso resultaba fascinante observarle.

viernes, 12 de octubre de 2012

Carnivàle

En otra época, el circo de sus padres había sido el más aclamado de todo el reino. O eso le habían contado.

Carnivàle creció entre gigantes y domadores, bailarinas, payasos y titiriteros, pero de todo el esplendor y la magia de antaño ya sólo quedaban una descolorida carpa y unas cuantas fotografías desgastadas, de más de treina roulottes, tan sólo cinco y de todos los animales exóticos apenas un recuerdo: Lewis, el elefante rosa de peluche que Libby, la última domadora, su gran amiga, le había regalado a <<la pequeña suerte circense>> poco tiempo antes de morir. 

De aquello hacía ya más de ocho años, pero aunque Carnivàle ya no se consideraba la suerte de nadie, jamás se separaba de su pequeño elefante.

- ¿No eres ya muy mayor para un osito de peluche? - le decía siempre su madre - ¡Yo a tu edad ya tenía mi propio número!

Y Carnivàle, deseando crear algo para la función de sus padres, pero paralizada por la pérdida de la magia, no podía más que abrazarse a Lewis y protestar en voz baja antes de comenzar a llorar:

- ¡Ni siquiera  es un osito de peluche mamá! No entiendes nada...

Pero su madre si que la entendía. Carnivàle estaba atrapada por el abandono del lugar, por ese polvo invisible que lo rodeaba todo y envejecía el ambiente, ese polvo maldito que había convertido en ceniza pálida a su querida niña, apagando la luz de sus ojos y robándole el color de su juventud.

- ¿Qué podemos hacer por ella? - se preguntaban sus padres a menudo. - Si Libby estuvise aquí, si al menos pudiese tener un amigo de verdad que despertase su don... Tenemos que alejarla de la nostalgia, despertar de nuevo la magia en ella... entonces, el polvo desaparecerá, ella tendrá su espectáculo y volverá la suerte.¿Cómo podemos lograrlo? ¿Qué más podemos intentar? ¿Qué haría Libby?

Libby, la anciana domadora, había sido algo más que la última amiga de Carnivàle. Descubrió el don de la pequeña mucho antes de que este naciese, y durante los cinco años que compartieron fue su educadora y su guía. Pero Lewis era lo único que quedaba de su recuerdo...

...Lewis, ese pequeño elefante rosa... 

Cuando su madre se lo quitó de entre las manos, Carnivàle ni siquiera se agitó en su sueño. Pero al despertar y no encontrarlo, la angustia la envolvió y se dedicó a buscarlo por todo los rincones de su rutina. Sin embargo, pronto comprendió que nada estaba en su sitio habitual, y la angustia se transformó en curiosidad. 

Descubrió su sorpresa en un pequeño rincón del campamento que, entre todos, habían preparado para la ocasión durante la noche. Allí, junto a un anciano roble, rodeado de farolillos de colores que adornaban cada una de sus ramas, habían instalado un pequeño palco adornado con sus colores favoritos y las danzantes figuras de algún olvidado tiovivo; que ahora la esperaban para cobrar vida de nuevo.

Reluciente y bonito como un pastel de cumpleaños, se accedía a su interior a través de una escalinata de baldosas amarillas que Carnivàle recorrió poco a poco, para descubrir, justo en su centro, el vestido más bonito que había visto en su vida. Rosa, como su pequeño elefante, pero repleto de la energía que aquel había perdido. <<Porque a veces -como Libby siempre decía-, la magia necesita cambiar de forma para que logremos encontrarla>>.
 
Y así fue como, rodeada de los rostros sonrientes de sus familiares y amigos, Carnivàle se vistió por primera vez su destino y comenzó a cantar con aquella suave y melodiosa voz que creía haber perdido, a bailar como de puntillas aquellos pasos que había olvidado y a ser de nuevo la suerte que su gente necesitaba...

...y se dice que su voz se escuchó por todo el reino, 
y que el circo de sus padres, volvió a ser lo que había sido.  




martes, 9 de agosto de 2011

Invisible.


Golden Feelings
Esta noche soy invisible.

Podría desvanecerme silenciosa,
juguetear con las estrellas
o susurrar secretos en la oscuridad.

Soy libre,
pero decido quedarme a tu lado.

Y es que esta noche,
necesito mostrarte mi desnudez.

Necesito tus dulces manos sobre mi alma,
tus caricias descubriéndome territorios ocultos.

Te necesito.

Y por ello busco tu mirada,
tu reconocimiento...
me busco en ti.

Pero tu no me ves...
porque esta noche,
soy invisible para todos.


jueves, 27 de enero de 2011

Vida de plástico.

Perdida en la encrucijada de alguna noche insomne, solitaria y más oscura que las demás, recordé melancólica aquella lejana pesadilla que, tiempo antes, tanto me había inquietado.
Me desperté como cada mañana, pero sin sentir nada. Sin dolor, sin pereza, pero tampoco con satisfacción o bienestar. Algo era diferente... y abrí los ojos buscando por encima de mi, para descubrir con asombro unas pequeñas piernas de plástico escondidas bajo mi edredón, en mi cama... ¿mis piernas?. Mis piernas. Estiré los brazos y entonces lo vi más claro: todo era de plástico! Mis brazos, mis manos, mi cuerpo, mi pelo... y... ¿y mi cara? Tampoco había rastro de carnosidad en ella, como si nada fuese real, nada humano, ni mi boca, ni mis ojos... y mis pestañas y mis labios eran sólo leves trazos pintados. Por un momento creí compartir el horror de Gregorio Samsa, como si fuese un nuevo personaje creado por Kafka para su Metamorfosis. ¡Que surrealismo! Mi existencia reducida a una vida de plástico. ¿Podría pasarme algo peor?

Cerré los ojos...
y me sumí de nuevo en aquella sensación...
...y me detuve en ella.

Paralizada ante el espejo de mi tocador -toda buena muñeca tiene uno-, e incorporada sobre mis diminutos pies de plástico, me miré. Me miré buscando un sentido, una explicación ante el horror vacío de significados. Buscando el lado positivo a todo aquello. Intentando no ser una loca dramática... como siempre.

 

Al menos –pensé entonces- una muñeca es hermosa. Ser un escarabajo sería mucho peor! A las personas suelen resultarles repulsivos! Sin embargo, adoran a las muñecas; las coleccionan, las miman, las peinan, las visten... ¡ pero si hoy en día hasta las fotografían, hasta las exponen! Y son todo un símbolo de la infancia y la felicidad.
Ser de plástico, por otra parte, tampoco estaba tan mal. El plástico es duro y resistente, no enferma ni tiene imperfecciones y, además, al plástico no le coge el frío. Es normal que las muñecas no tengan preocupaciones. Su mejor amigo suele ser una rana de la suerte o un dulce osito, y los campos de amapolas se crearon para que ellas durmiesen suavemente sobre sus pétalos. Ser muñeca, realmente, no estaba nada mal. Definitivamente había un lado poético en todo aquello.

Pero desperté. Mis dedos acariciaron mis pestañas y sentí un cosquilleo. Mis labios estaban húmedos y no hallé en mi cuerpo restos de partes articuladas. Nada más que piel y carne. Todo blando, frágil... suave o rugoso. Nada poético... 
 
¿Es posible dormir sobre rosas sin alma de muñeca?
No lo sé. Hoy soy de nuevo simplemente yo: una humana en una sociedad de plástico, despierta en una noche vacía y sin estrellas, soñando de nuevo... con despertar convertida en muñeca.