viernes, 30 de noviembre de 2012

Tristana

  Tristana nació en una ciudad tan anodina y silenciosa, tan común, que su perlado cabello de color violeta enseguida se convirtió en lo más extraordinario que allí se hubiese contemplado nunca.

Sus padres, una pareja tan gris como eran todos los habitantes de la ciudad de nuestra historia, pronto se sintieron abrumados por la espontaneidad e imaginación de la pequeña, cuya cantarina risa llenaba de musicalidad las otrora silenciosas calles, para sorpresa y disgusto de todos sus vecinos; tan educados, tan silentes.

Tristana, tan llena de color, tan extraordinaria, parecía no encajar en ningún lugar. ¡Hasta su propio nombre se empeñaba en llevarle la contraria!

Así que decidió cambiar.

Aún siendo muy pequeña, adoptó en su semblante la expresión austera que había aprendido de sus mayores. Y enmudeció. Guardó para si la imaginación, la alegría, su risa, y se dedicó a intentar hacerse invisible, para gran satisfacción de toda la ciudad. 

El año en el que llegó el Gran Invierno, Tristana buscó refugio en su lugar favorito: la biblioteca. Entre los libros siempre le había resultado más fácil desaparecer, y cuando hubo que evacuar la ciudad resultó fácil pasar desapercibida. Y allí se quedó, esperando la llegada del frío, con sus libros, viajando hacia un lugar menos gris... en el que poder ser ella, al fin.